José María Usandizaga Soraluce nació en San Sebastián. Guipúzcoa el 31 de marzo de 1887. Pronto demostró una sólida e inquebrantable vocación que llevó a sus progenitores a permitirle iniciar sus estudios musicales pese a las inevitables primeras reticencias. Así, a los nueve años, Usandizaga empezaba tales estudios con los profesores del Conservatorio de su ciudad natal y en seguida destacó entre sus condiscípulos. Más tarde emprendió viaje a París para perfeccionar sus conocimientos en la Schola Cantorum, entonces uno de los centros pedagógicamente más interesantes de Europa. Esta estancia en París se prolongó de 1904 a 1906.
Transcurrido este período de su formación musical, Usandizaga regresó a San Sebastián. Atraído con especial vigor por el teatro musical, escribió la ópera vasca en tres actos “Mendi Mendiyan” y logró estrenarla en Bilbao en 1910 (bastante más tarde, en 1945, fue puesta en escena en el Gran Teatro del Liceo, de Barcelona).
Poco después de este primer hito en su carrera musical, Usandizaga eligió como tema de su siguiente trabajo escénico el drama “Saltimbanquis”, del conocido autor teatral Gregorio Martínez Sierra, obra que formaba parte del conjunto publicado entonces con el título de “Teatro de ensueño”. Con tal motivo conoció al escritor y su esposa, quien en sus memorias (Gregorio y yo, México, 1953) nos describe al compositor, entonces ya marcado por la enfermedad que lo llevaría prematuramente a la tumba. Cuando lo conocieron, narra la escritora: “tenía veinticuatro años, pero representaba mucha menos edad. Era pequeño, desmedrado, enfermizo y cojeaba levemente. Tuberculoso desde la infancia, sólo el solícito cuidado maternal lograba ir conservándole la vida. Era su espíritu infantil como su cuerpo: había vivido aislado del mundo como dentro de un fanal hecho de cariño y admiración, porque la familia, contra lo que acostumbra a suceder, se había dado cuenta inmediatamente de la llama genial que ardía dentro de la carne enferma. Su madre, pianista distinguida, habla sido su primera maestra de música y su descubridora”.
Llegado a un acuerdo con el escritor y con un empresario madrileño para la escenificación de la obra, Usandizaga se puso a trabajar en la partitura de la zarzuela que, abandonando el nombre original de “Saltimbanquis”, se conoce con el de “Las golondrinas”. Maria Martinez Sierra describe el proceso de composición diciendo que "al referirse a su trabajo, no es posible hablar de vocación, sino de encarnación. Era, en realidad, la música encarnada... Al volver a casa después de algún ensayo, antes de quitarse sombrero ni abrigo, se precipitaba al piano y en pie probaba en las teclas la idea, la modificación, la variante que en la calle acababa de ocurrírsele. ¡Cómo tocaba! Era el mismo demonio. Tomaba una frase musical, un tema, propios o ajenos, y hacía de ellos lo que se le antojaba, en serio, en broma, apasionadamente, románticamente, con lentitud, con vértigo, en caricatura...".
Terminada finalmente la zarzuela “Las golondrinas”, se estrenó en Madrid, en el Teatro Price, el 5 de febrero de 1914 con un éxito tal que cimentó definitivamente la fama del compositor. Pero en los últimos meses su salud se había ido debilitando y tuvo que volver a San Sebastián, donde falleció el 6 de octubre de 1915, dejando inconclusa su tercera obra escénica, titulada “La llama”.
Su hermano, Ramón Usandizaga, terminó “La llama” y presentó tal obra póstuma en el Teatro Lirico de Madrid a fines de 1915. Posteriormente, emprendió también la reforma de “Las golondrinas” para convertirla en ópera, componiendo los fragmentos que por ser de diálogo carecían de música en la partitura original.
En la actualidad estas obras escénicas son las principales bases de la popularidad de Usandizaga, pero también dejó obras para piano, órgano, violín, etc., además de piezas instrumentales (entre las cuales se halla un conocido “Cuarteto sobre temas vascos”, la fantasía para orquesta “Melina”, etc., así como obras corales, como su “Rapsodia vasco-francesa”. También dejó algunas obras de música religiosa.
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