Nació este compositor en Granada, el 9 de mayo de 1887. Desde muy pequeño mostró una fuerte atracción hacia la música, tal vez porque su domicilio se hallaba enfrente del quiosco donde actuaba la Banda Municipal granadina, y también sin duda porque su madre orientó su naciente interés con sus interpretaciones de pianista aficionada.
Inició los estudios de Medicina, pero no tardó en abandonarlos y decidió definitivamente consagrarse a la música. Formado con el maestro de capilla Antonio Segura, en su ciudad natal, ya se había destacado con la composición de pequeñas obras que revelaban un instinto musical claro y preciso. A los dieciocho años obtuvo la plaza de director de una banda militar, (para la que escribió el pasodoble Pólvora sin humo, al mismo tiempo que dirigió la Sociedad Filarmónica de Granada y dio comienzo a sus actividades como músico teatral con su primera zarzuela. La niña de los cantares (1905).
Pronto se percató de que la carrera de compositor teatral no era posible en su ciudad natal y se trasladó a Madrid. donde inicialmente tuvo considerables dificultades para abrirse camino. Consiguió algún éxito con sus primeras obras, en general breves, como la pieza en un acto Armas al hombro, pero hasta 1916 no llegó su verdadero primer gran éxito: la zarzuela Música, luz y alegría, basada en un texto de Aurelio Varela y Francisco de Torres. En 1919 es aplaudido su pasodoble La banderita, compuesto con notable dominio de la instrumentación y que fue muy divulgado en aquellos años en que se combatía duramente en África.
La consagración de Alonso como uno de los grandes autores de zarzuela llegó en 1924 con los estrenos de La linda tapada, en el Teatro Cómico de Madrid, y La bejarana, escrita en colaboración con Emilio Serrano, en el Apolo. Este doble triunfo fue revalidado al año siguiente con La calesera, obra que representa la quintaesencia del estilo de su autor. También en esta obra se hizo famoso un pasodoble que tuvo inmediata difusión en versión para banda. El nombre de Francisco Alonso no tarda en llegar a América latina e incluso dirige alguna de sus obras en Paris.
Tales obras no son únicamente zarzuelas, sino que también compone música para revistas y comedias musicales y ocasionalmente couplets y piezas de danza. Sin embargo, alcanza la fama por su música teatral y son las zarzuelas las que perpetúan su recuerdo. Éstas se suceden a buen ritmo: La Parranda, en 1928, La Picarona, en 1930 y los sainetes líricos Las Leandras (1931) Y Me llaman la Presumida, en 1935. También colaboró con Rafael Millán en La morería (1928).
Pero los tiempos habían cambiado y la zarzuela entraba lentamente en declive. Desaparecen algunos teatros madrileños y la vida musical ciudadana se llena de nuevos ritmos y producciones extranjeras a las que Francisco Alonso trata de presentar batalla adaptando su estilo a las nuevas exigencias. La guerra civil de 1936-39 acabó de truncar la brillante y ya larga carrera de Francisco Alonso; sin embargo, no permaneció del todo inactivo y en 1938 estrenó Rosa la Pantalonera en el Teatro Príncipe de San Sebastián, obra en la que destacaban un sentido intermedio sinfónico, una graciosa habanera y una inspirada mazurka.
Sin embargo la guerra y la posguerra habían cambiado sensiblemente el panorama musical español. Alonso siguió presentando fielmente partituras a la consideración pública, y algunas con notable éxito aunque con indudables concesiones a la trivialidad y a la frivolidad del género que oscila entre el sainete y la revista. A esta etapa pertenecen Las corsarias, Doña Mariquita de mi corazón (1942) representadas en el Teatro Martín. Tres días para quererte (1945), con texto de Francisco Lozano, y Róbame esta noche (1947), en colaboración con Daniel Montorio. Alguna mayor trascendencia tiene la partitura de la zarzuela Manolito Quintero, estrenada en 1946 en el Teatro Fontalba de Madrid, con texto de Joaquín Álvarez Quintero.
Pero su aceptación fue sólo mediana y no añadió nada a los laureles que su autor había cosechado antes de la guerra. Un nuevo sainete lírico, en colaboración con Daniel Montorio, Luces de Madrid (1947), fue un éxito fugaz que no tuvo repetición.
Francisco Alonso mantuvo su actividad hasta el mismo año de su muerte, acaecida el 19 de Mayo de 1948 en Madrid.
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