Esta admirable soprano, nacida en el valenciano pueblo de Jarafuel el 19 de septiembre de 1900, fue la reina indiscutible del género lírico durante más de treinta años. Y lo sorprendente es que Sélica no sabía música ni había estudiando canto. Fue una intuitiva plena. Todo lo aprendió por si misma, cuando siendo niña llevaba la cena a sus hermanas, mayores que ella, que trabajaban como coristas en el Teatro Ruzafa de Valencia, llegando a asimilar todas las particularidades y trucos del mundo de la escena. Allí escuchó obras tanto de zarzuela grande como de género chico, que su excelente memoria musical retenía fácilmente y luego cantaba a sus amigas. Ella misma se fue procurando así un extenso repertorio.
Niña aún, la familia se trasladó a Valencia y allí empezó Sélica a tomar contacto con el teatro, participando en muchas funciones de aficionados, hasta que un día, en Elda, la tiple que cantaba la parte protagonista de Maruxa se sintió indispuesta y ella se ofreció a sustituirla. Le faltaban diez días para cumplir los catorce años. Nunca existió una “Maruxa” más joven. La precoz cantante obtuvo un extraordinario éxito. Otro día, en Manises, cuando interpretaba Molinos de viento, tuvo la suerte de ser dirigida por el maestro Vicente Lleó. Prendado de su voz, la propuso llevarla para que hiciese la misma obra en el Teatro Ruzafa, y Sélica, consciente de su valía, pidió que le pagasen cuarenta pesetas diarias como a otras primeras tiples. Dudaron pero, al fin, acabaron por aceptar. Corría el año 1917. Su presentación como profesional constituyó un sonado triunfo.
Desde esa fecha su fama fue en aumento. Poseía tan amplio repertorio, que en muchas ocasiones se convirtió en la salvación de las empresas, pues siempre estaba dispuesta a salir a escena con cualquier obra.
En Madrid se presentó en 1921 con el estreno de Sol de Sevilla, del maestro José Padilla, en el Teatro de La Zarzuela, y después recorrió casi todos los escenarios madrileños con creciente éxito. Al fin, el Teatro Apolo se convierte en su trono durante varias temporadas. En él estrenó Curro el de Lora, la mejor obra del maestro Alonso, según confesión de su autor; El huesped del Sevillano, de Guerrero; Los Flamencos, de Vives, y La pícara molinera, de Luna, cuyo estreno absoluto había tenido lugar dos meses antes en el Teatro Circo de Zaragoza.
El género chico lo dominaba por entero, siendo sus obras preferidas La Revoltosa, La fiesta de San Antón, El Santo de la Isidra, La verbena de la âloma, El puñao de rosas y La patria chica.
El madrileño Teatro Calderón aplaudió su presentación en 1931, permaneciendo ligada al mismo hasta 1935. En este teatro participó en los estrenos madrileños de El cantar del arriero, de Díaz Giles, y La fama del tartanero, de Guerrero.
El 26 de marzo de 1932 se produce el gran acontecimiento de esa temporada: el estreno de Luisa Fernanda, de Moreno Torroba, en el que Selica dio vida al personaje protagonista, junto a Laura Nieto, Faustino Arregui y Emilio Sagi-Barba. Asimismo, el 31 de marzo de 1934 estrenó La Chulapona, también de Moreno Torroba, al lado de Felisa Herrero y Vicente Simón; y volvió de nuevo a ese teatro en 1939 para el estreno de Monte Carmelo, nueva obra del maestro Torroba, junto a Luis Sagi-Vela y Pepita Rollán.
Selica llegó a contar cerca de ochenta estrenos, encontrándose entre ellos, aparte de los ya reseñados, La Picarona, de Alonso, y Maravilla, de Moreno Torroba.
En 1934 participó en el rodaje cinematográfico de La Verbena de la Paloma, dirigida por Benito Perojo, interpretando el papel de la “Señá Rita”, al lado de Miguel Ligero, Roberto Rey, Raquel Rodrigo, Charito Leonís y Dolores Cortés.
En 1942, y en la cumbre de su carrera, abandonó el género lírico para formar una compañía de comedias. Con ella realizó diversas giras por provincias, pero su lugar estaba en la zarzuela y, tres años después, volvió de la mano de la Compañía Ases Líricos; en esta ocasión renunciando a los cometidos de primera tiple para asumir los papeles de característica. Participó en numerosos montajes, tanto bajo la dirección artística de José Tamayo como de Joaquín Deus, actuando en producciones como Doña Francisquita, mítica producción firmada por Tamayo en 1956 para la reapertura del Teatro de La Zarzuela, y que supuso la presentación de Alfredo Kraus. Desde ese año intervino en la práctica totalidad de las temporadas del coliseo de la calle Jovellanos.
Retirada desde 1976, Selica Pérez Carpio falleció en Madrid el 23 de mayo de 1984, víctima de la enfermedad de Alzheimer.
(Para los amantes de la zarzuela)
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