Nació en Barcelona el 24 de Julio de 1862.
Manuel Utor, alias Musclaire, fue un tenor barcelonés con una historia muy curiosa y que me apetecía compartir con vosotros.
Era descargador de mejillones del puerto de Barcelona, de ahí su mote (musclaire es mejillón en catalán). Tenía un ojo de cristal y una nula formación musical, pese a lo cual triunfaba en los cafetines del puerto cantando romanzas de zarzuela. Dotado de unos increíbles "pinyols" (agudos) y un fiato inagotable, era la sensación de todos los parroquianos.
Entre todos consiguieron que debutara con Marina en San Baudilio de Llobregat y después en el Teatro Gran Vía de Barcelona. Allí le oyó el millonario danés Bernardo Janzen, que quedó impresionado con su voz. Le consiguió una audición con el empresario Bernis y el maestro Mascheroni del Liceo. Fue un fracaso. Pero parece ser que entre Janzen y otros amigos suyos, también millonarios, en condiciones muy extrañas, tomaron el control del Liceo y consiguieron meterle en los carteles con La Africana de Meyerbeer en enero de 1903. Se machacó para enseñársela, pero era un hombre limitadísimo y de nula cultura. Se le preparó el éxito desde cuarto y quinto piso con clack contratada al efecto. Los tres primeros actos se desarrollaron sin sustos y el O Paradiso fue el delirio. Pero cuando empezó el dúo con Selika, empezó a olvidarse de la música, a mezclar el italiano con el catalán y la soprano, muerta de risa, apenas si podía cantar. Terminó la representación sin demasiado escándalo, pero fue la primera y única vez que cantó en el Liceo. Después de este episodio, cantó docenas de Marinas en el Tívoli y en el Novedades (parece ser que en el Español del Paralelo llegó a cantar seis en 24 horas). Inauguró el Teatro del Bosque del Barrio de Gracia. Acabó otra vez en los cafetines, y cuando ya ni allí tenía éxito lo dejó.
Murió en la casa de caridad de la Barceloneta a los 85 años, el 1 de junio de 1946. Está enterrado en el cementerio de la barriada de San Andrés.
Decían de él que si hubiera tenido disposición y cierta inteligencia, podría haber sido otro Lauritz Melchior (el mejor tenor wagneriano de todos los tiempos), ya que estaba dotado de una descomunal potencia de voz, bella e inagotable. De esto se deduce, sin la menor duda, que es necesario mucho más que una buena voz para tener éxito en la música.
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