El Barítono español Luis Sagi-Vela, nació en Madrid el 17 de febrero de 1914.
Fue hijo de los afamados cantantes de zarzuela Emilio Sagi Barba (barítono) y Luisa Vela (soprano), a los que sucedió como figura y promotor del género lírico español.
Creó su propia compañía, nacida de la que su padre le legó con anterioridad, con la que recorrió España y gran parte de América, y con la que contribuyó a la gran popularidad de que gozó la zarzuela en estos países durante los años treinta y cuarenta.
A pesar de la profesión artística de sus padres, éstos quisieron que estudiara la carrera de ingeniero, por lo que comenzó sus estudios universitarios en la escuela de ingeniería eléctrica; pero enseguida la abandonó por la música.
La década de los años treinta, coincidiendo con la paulatina retirada de su padre de los escenarios, es la década de los comienzos de Sagi Vela.
En 1932, con sólo dieciocho años debutó en el Teatro Ideal de Madrid con La rosa del azafrán, obra del maestro Guerrero estrenada por su padre dos años antes, quien en esta ocasión la dirigió. Su siguiente interpretación fue Los cadetes de la Reina, y a continuación viajó por toda la geografía española y por toda la de América latina al frente de su propia compañía lírica, con lo que se convirtió de este modo en el empresario más joven de España en el género. En ella figuraron los cantantes más populares de la época. Su primer estreno importante fue El ama, de Guerrero, pero el triunfo más clamoroso de su carrera tuvo lugar el 13 de noviembre de 1934, con el estreno de La del manojo de rosas, de Pablo Sorozábal, en el Teatro Fuencarral; su partenaire en dicha ocasión fue Maruja Vallojera, con quien repitió éxito un año más tarde en el estreno de Me llaman la presumida, de Francisco Alonso. Desde ese momento será considerado, a todos los efectos, como digno sucesor de su padre en la zarzuela española.
Comenzada la guerra civil española, decidirá no regresar durante ese tiempo, dedicándose a realizar representaciones por toda América, incluido Estados Unidos en donde intervendrá en programas de radio y de televisión.
Acabada la contienda civil española, estrenó Montecarmelo, de Moreno Torroba, en el Teatro Calderón, junto a Selica Pérez Carpio y Pepita Rollán. Del mismo compositor estrenó Maravilla y La Caramba, en el Teatro de la Zarzuela en 1942, con la soprano Matilde Vázquez.
Además de la zarzuela cultivó, como anteriormente lo había hecho su padre, la opereta, género en donde destacó por su elegancia en la interpretación. Ejemplo de ellas las encontramos en los títulos de El conde de Luxemburgo y La viuda alegre.
Sin llegar al extenso repertorio de su padre, Luis Sagí-Vela llegó a interpretar en España más de veinticinco zarzuelas diferentes entre las que destacan El príncipe azul, El maestro ilusión, Llévame en tu coche, Mambrú se fue a la guerra, Golondrina de Madrid, Manuelita Rosas, Al sur del Pacífico, El caballero de Barajas, Anoche soñé contigo, Montecarmelo, La barbiana, La chiquita piconera... que junto a sus operetas estrenadas aproxima su repertorio a unos sesenta y ocho títulos diferentes.
El cantante, intentó en algún momento adentrarse en el género operístico como tenor, cuerda que en alguna ocasión ya utilizó en la representación de alguna zarzuela como Don Gil de Alcalá, El rey que rabió o El barberillo de Lavapiés. Su repertorio operístico, si bien escaso, es importante, con obras como La Traviata y Lucía de Lamemoor.
Además de su faceta de cantante, intervino en algunas películas como protagonista, así lo encontramos en El huésped del Sevillano en 1939 y en El último húsar en 1940.
En 1960 se retiró de la escena, aunque volvió a actuar unos años después, en 1966, en el Teatro de la Zarzuela y en el Calderón de Barcelona con el montaje El hombre de la Mancha, en el papel de Don Quijote, debido a unos compromisos ineludibles.
Por lo que se refiere a las características de su voz, poseía una voz de barítono atenorada; de hecho, cantó a veces partes de tenor, aunque nunca se encontró cómodo en ese registro.
Su timbre era claro y hermoso, de fina escuela de canto, y a tal cualidad unía unas notables dotes interpretativas, caracterizadas por la elegancia y la musicalidad.
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